Una fila, miles de personas

Iniciando un largo día

Mientras el joven Miguel Ángel, se prepara física y mentalmente en su casa para salir a la UASD, mira que el ambiente pide cama y chocolate. En contra de su voluntad se pone en marcha a lo que será un día inolvidable. Después de una hora y media montado en una guagua —en la cual no encontró asientos— llegó a su destino. Sin saber lo que le esperaba, a lo lejos ve grades cantidades de personas, con esperanzas de que eso no sea una fila se dirige hacia allá sin pensarlo y le pregunta a alguien que encuentra en su camino «Disculpa ¿Cuál es la fila para pagar?» esta con risas en su rostro le dice «Ese lio de personas que ves ahí, esas son las filas» Sorprendido y desesperado al mismo tiempo busca alguna donde el sol no golpee directamente a su cara, al darse cuenta que no podrá escapar decide colocarse en la cola de aquella fila que llega a la Facultad de Humanidades y sigue creciendo.

Dos horas después

Ya cansado de estar en esa fila y después de durar dos horas de pie y ver que no ha avanzado nada, decide sentarse en un pequeño murito que encontró. Se acerca el medio día y lo único que ha pasado por su boca es un cepillo con pasta dental y vaso de agua, temeroso de salir de la fila y que no lo dejen entrar nuevamente prefiere soportar hambre, calor, cansancio y sueño. Después de unas horas más una joven se desmaya por el incesante calor, algunos aprovechan el momento y se adelantan varios espacios, situación que provoca una gran pelea en el momento menos oportuno. Todo se calma el problema se soluciona pero aun están en el mismo lugar, de vez en cuando piensa que es sólo un mal sueño del que despertará pero acepta su realidad y trata de no llorar de la desesperación. De un momento a otro se ve un gran avance y puede ver las cajas, lugar donde tendría que llegar para terminar con su sufrimiento.

Se va el sol, llega la lluvia

Nubes de lluvia hacen que el incesante calor se calme un poco, todos están preparados con sombrillas, impermeables y gorritos para las mujeres, menos Miguel Ángel quien nuca pensó que para hacer una fila tendría que venir preparado como si fuese a acampar en la montaña. Pide a una joven que le diera un espacio dentro de su sombrilla, con medio cuerpo fuera pero con la mochila segura espera que pase el aguacero mientras la fila sigue avanzando a paso de tortuga. La lluvia y el sol se había ido, sólo quedaban menos de 50 personas para cantar victoria, de repente los audífonos que tapaban sus oídos dejan de sonar y se dio cuenta inmediato, durar más de 4 horas escuchando música y twitteando todo lo que ve hace que la batería se descargue, sólo le queda disfrutar del bullicio de los estudiantes y del discurso de Lachapel, el hombre del nivel.

Demasiado cansando para gritar victoria

Frente a él puede ver el cajero, al llegar le da su matricula espera un poco, le dice «son 512» Miguel Ángel sabe que lo que debe pagar son sólo 450 y le dice al señor, este lo mira y le dice «¿Eres tu que sabe o soy yo?» Tan agotado para discutir, con tanta hambre para levantar la voz decide darle lo que este pide sabiendo que le están quitando más de lo que debe dar. Da un paso a la izquierda y sale de la fila, camina para alejarse pero no sin antes mirar hacia atrás y ver que aún queda gente para llenar un partido político. Con los talones adoloridos, sin dinero para comer —ya que le cobraron más de lo que tenía en mente— y con el pasaje justo camina hacia el transporte que lo llevará lejos de lo que fue un día tan largo como una fila de en la UASD.

La foto de arriba —muy representativa— es de Remolacha.

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