Los Apodos «Ponte ponte ponte el tuyo, no seas bruto, no seas bobo que aquí nadie se conoce si no tienes un apodo» Fueron esas las sabias palabras del gran filosofo griego Felipe Polanco Boruga en una famosa canción de principios de los 90s. El apodo forma parte del dominicano desde el mismo momento en que nace… el niño se puede Llamar julio Antonio de la rosa, y lo primero que hace la gente es ponerle nombres: bebo, buchito, minene, Julito, moreno, toño, y cualquier otra ocurrencia. Nos hacemos la vida más cómoda, además le tenemos una buena justificación a nuestros nombres, cuando nos pregunta alguien «¿por qué a Juancito le dicen el pitufo» le decimos: «!por chiquito! Pero es de cariño». Todo gira en cuanto a apodos y sobrenombres, tenemos ya toda una tradición, a los José le dicen chepe o Pepe, las Altagracias: Tata, los Manuel son manolo, a los Santiago les llaman Chago y Mechy, para las mercedes. El apodo es la manera más fácil que tenemos los dominicanos para llamar al otro. En mis años colegiales, todos éramos llamados por nuestros nombres completos hasta un día.

¿Cómo te vamos a llama a ti?

«Que pueblo tan diferente, donde se conocen todos, a casi todas las gentes la llaman por un apodo». Javier, un chico muy inquieto entendió que había que sociabilizar mucho más los nombres de los chicos ya que eran raros y muy largos. Rodolfo Alfonso, Carlos Antonio, Alfredo José, Pedro Manuel, Rafael Languasco… eran nombres de novela mexicana y hasta a veces solíamos enredarnos con muchos nombres repetidos que habían en el curso. Hábilmente Javier, introdujo una serie de apodos muy pegajosos e impactantes, los cuales atendían a alguna inspiración física o una loca idea del momento. El gran bautizo, lo realizó en el recreo, comenzó por el gran Erick, un tipo enorme de más de 6 pies, que apenas cabía en las butacas lo llamó «La Yalda», también a Erick se le asoció por mucho tiempo con el nombre de «Mongo», pero fue la «Yalda» el apodo por el cual todos lo conocieron. William, un chico de aspecto gringo, pero jabao y con bembón integrado, fue convertido a «Bemba», también se le llamo JB iníciales de, James Bemba ya que su segundo nombre era James. Pedro Manuel, fue minimizado a «Petete», creo hasta en su casa lo llaman así. Andrés, el chico de los lentes de pasta quedó inmortalizado con el muy pegajoso «Lupita». Rodolfo Manuel, un chico que nunca hablaba, recibió todo un tributo a su personalidad a serle colocado el sustantivo de «el Mudo».

Apodos por aquí y por allá

Javier continuó bautizando a todos, sin importar clase, origen o descendencia, a Daniel le llamo «Cabeza» ―por cierto que grande la tenia―, Luís Manuel, era conocido como el «Pollo», por su barba tipo cresta, Carlos Gil llamado simplemente: «Nariz», evidentemente la tenía casi de frononó. A Checo, bueno checo era Checo, pero también fue llamado «Sheeco» y mucho después el gran éxito «La gacela». Rafael, moreno al fin, fue llamado el negro, la goma, el prieto, la calle, la quemá y todo lo que se relacionaba a algo negro. Juan José tan loco y saltarín: «La pulga», Rafa Mena como el «Tipo Mena», y quizás el más carismático de todos los apodos y definitivamente un gran favor a su imagen. Leoeli: «La muerte.Javier», que tiempo después fue llamado «Kijá», cerró la asignación apodistica llamándole al grupo completo «Los Tigueres Wey». Ya con nombres nuevos y más sociables, los chicos emprendieron toda una época de las diabluras y travesuras colegiales junto a sus pegajosos Nicknames. La era de los Tigueres Wey dentro y fuera del colegio ha sido tan influyente como las sociedades secretas Los Masones, El Prolatio de Zion y la Orden del Temple.

Ni los profesores se salvaron

Pero las barbaridades de Javier, ese chico inquieto del curso habían llegado mucho más lejos. Aparte de renombrar a todos los muchachos de la clase, parte de incluso de ser el miembro líder de la institución holgazanistica Los Tigueres Wey, también sus apodos llegaron hasta nuestros profesores. Apolinar, ese gran maestro de las matemáticas querido y amado por mí ―Gracias profe por quemarme todo el año― fue nombrado como «Apo», Ramona la siempre recordada profesora de historia fue inmortalizada con la canción de Toque Profundo que lleva su nombre. Crisanto nuestro dramático profesor de literatura siempre fue recordado como «El Zarataco», ya que era precisamente esa su palabra más utilizada. Nuestro profesor de Francés, Darius, por su origen haitiano recibía nuestro cariño como «Pití» y «el Zorro», era para nuestro altísimo maestro de inglés Francisco Zorrilla. Como verán es casi inevitable para los dominicanos llamar a alguien por un nombre distinto al que tiene de nacimiento, es parte de nuestra cultura, un fenómeno que está presente en todas las clases sociales. Alguien me pregunto una vez, ¿porque yo no tuve apodo en aquella época?, le dije que por suerte no asistí ese día al colegio, tuve mucha suerte y también eso me dio libertad para elegir. Porque el día en que me llamaron por otro nombre, fue uno que yo mismo había elegido. Mi apodo fue…

11 comentarios

  1. a mi Sobrinito le dicen Buche-por q tiene muchos- en el liceo hay un grupo q lo formaron mis amigos llamados Los tubis-por todos usan pantalones tubitos- y cada kien tiene su apodo
    delvin dominic-el sobao O mr. Necio-
    Angel rafael gusman-el beby-
    Brailin Mercado-el buenon-
    Carlos Tavarez-el zorro O Caco e’ Repollo-
    aqui en mi barrio tu preguntas por-Simona eladia Hernandes H. y nadie la conoce pero si dices -Dignora- ahy si ella vive ahy. jajaa

Los comentarios están cerrados.