Un lugar tan apretado que no distingues entre tu pierna y la pierna de la persona que te queda al lado, simplemente no distingues nada que esté más abajo de ombligo. Quien se ha montado en una guagua llena de pasajeros sabe que tan incómodo es ir parado agarrado de una barra de hierro para mantener el equilibrio. Tenía mucho sin vivir esta experiencia y anoche cuando salí de la universidad volví a sentirme como sardina enlatada. Un viaje parado en transporte público es incómodo, ayer tuve que ir desde la Gómez hasta la Aut. San Isidro parado y sin poder decir nada ya que nosotros mismos hemos hecho que esto sea normal en el transporte.
Un viaje, con un viaje de gente
En ese mismo instante donde no cabe ni la palabra espacio en la guagua empieza a picarte alguna parte de la pierna —la cual no se le pudo antojar otro momento— y está tan abajo que para rascarte tendrías que pedir permiso a los de atrás y a los de los lados «Disculpen échense un chin chin pa’trás porque tengo que rascarme la pierna» no creo que alguien lo haga, así que es normal que te pase la picazón después de hacer todas las muecas del mundo. En estos días que las universidades empezaron a dar clases ya el transporte no estará muy cómodo para viajar, así que como pasajero debes de saber tres cosas. Primera: El panita con los audífonos nunca te dará el asiento. Segunda: Las doñas con carteras siempre se quedan primero —no se a que se debe— atento para que te sientes. Tercera: El cobrador te cobra pero no te devuelve ¡Recuérdate cobrarle al cobrador! Tres pasos simples pero muy necesarios.