Honor al Berol Mirado

Lapiz Lo recuerdo como ahora, tenía un Berol Mirado No.2, un lápiz grande, con mucha borra y su punta bien afilada. Me encantaba escribir con él, si me equivocaba solo tenía que frotarlo al revés y desvanecía la letra o el trazo mal escrito. Mi Berol, en realidad no era uno, eran muchos, todos los días perdía uno, siempre fui despistado de pequeño. Recuerdo lo mucho que me acostumbre a escribir a lápiz, era fácil, cómodo y sin miedo. Esa astilla de madera perfectamente moldeada de algún pino y con grafito en el centro proporcionaba a mis cuadernos la perfecta impresión de mis tareas, y dibujos. ¡Ya nadie lo hace! Dejamos de escribir a lápiz. Qué pena que para los adultos escribir con este palo de madera es cuestión del pasado, de primaria, considerado como algo de niños.

El favorito de los carpinteros

El lápiz es muy usado por aquellas personas que no les gusta la rigidez y exigencia permanente de un lapicero. Aunque comparándolo un escrito a lápiz es opaco y poco atractivo en relación a uno con bolígrafo. Todavía se ven a ciertos carpinteros con sus lápices colgados en sus orejas, también en los colmados muchos colmaderos apuntan en sus cómodos lápices. Pero realmente escribir con esta herramienta es cuestión de etapas, cuando niños necesitábamos estar seguros de lo que hacíamos, el lápiz era ideal para una y otra vez enmendar nuestros errores. Era muy funcional para nuestras necesidades, decenas de borrones se marcaban en las hojas de nuestros cuadernos, incluso se podía leer la marca del error debajo del paso de la borra. El lápiz nos proporcionó momentos de mayor seguridad, ya que sabíamos que si cometíamos alguna falta ortográfica, con su borra podíamos hacer como si nunca pasó, aunque quedaran huellas, igual que en la vida.

Lápiz Vs Lapicero

Lo más incomodo que se vivía con un lápiz era que se te rompiera la punta justo en el momento de un dictado o haciendo alguna anotación. Rápidamente pedía prestado un sacapuntas y aprovechaba para pararme de mi pupitre e ir a perder un poco el tiempo junto al zafacón para que la basurita cayera ahí. Me encantaba su olor, me fascinaba abrir cajas de lápices y olerlos, ese fresco aroma a madera cautivaba mi olfato mientras la profe nos ponía a escribir algún cuestionario. Recuerdo que en la transición de cambiar a lapicero tenía mucho miedo, la tecnología de la tinta azul proveía una experiencia estética más agradable, pero había que dominar bastante las reglas y normas gramaticales, así como tener un buen pulso, ya que lo que se escribía con él nunca se borraría, ¡qué miedo!

Mi Berol de siempre

Muchos como yo escribíamos primero en lápiz y después sobres escribíamos con lapicero como un estilo para lograr ir adaptándonos al inminente cambio que traería el Paper Mate. Era incomodo, no estaba acostumbrado a una superficie lisa de plástico, ya quería mas a esa cómoda madera tallada en cuatro lados, a ese color mamey, a esa borra roja, no quería el lapicero azul. Después de la frustrante situación, pude salir adelante, aunque siempre llevaba conmigo mi Berol, es más en mi cuaderno escribía subtítulos y respuestas de preguntas con él, para que a dos tonos mis escritos quedaran bien atractivos ante la profe. Ya hoy hay más razones para no volver al clásico lápiz: Portaminas, lapiceros con borra Y los bolígrafos. Al parecer ya nadie lo busca, al menos que sea para una urgencia. Pobre lápiz, rechazado ya por mucho de nosotros, debería sentirse defraudado, ya que en un pasado lo amamos con entrega, porque no nos hacia quedar mal, porque con su borra arreglábamos aquel problema, el nos cuidaba, nos ayudaba y no nos dejaba caer de nuevo en el error, ¡que viva el lápiz! Por favor devuélvanme el lápiz y déjenme vivir tranquilo.

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