Ayer liberaron a Anne Coulter Chalrisa, que junto a Laura Silsby eran las únicas que se mantenían arrestadas del grupo de misioneros estadounidenses que fueron detenidos con 33 niños haitianos a bordo de una guagua, el resto del grupo fue liberado el pasado 17 de febrero. El juez no encontró a la acusada culpable de secuestro, ni de haber propiciado una asociación de malhechores. Específicamente, la fiscalía haitiana solicitó investigar a estas dos últimas misioneras ya que carecían de toda la documentación legal para transportar a los menores. Mucha gente sigue creyendo que a base de venir de un país poderoso, pueden tomar decisiones e ignorar las ordenanzas del país que visitan. Muchas personas entienden que en países como el de Haití, o hasta el caso nuestro, pueden estar por encima de las leyes y bajo sus propios intereses lograr un cometido, en este caso, tratar de sacar niños de un país de forma irregular.
Buenas acciones, hechas de mala manera
Conocemos de que las intenciones de estos misioneros eran las mejores para con los niños, pero coincidimos con que el método en que se trató de realizar este trasiego violaba las leyes de la vecina nación. Imaginamos la sorpresa que han recibido al notar que a pesar de la tragedia todavía existe institucionalidad en Haití. Aunque liberados ya se encuentran, y fuera de culpa, este escarmiento les ha enseñado a respetar las leyes y a tener muy en cuenta que no viven en una extensión de su país, aunque a veces les parezca.
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