La semana pasada estuve en Santiago de los Caballeros, visitando el Centro Cultural Eduardo León Jimenes (Centro León). Por el abandono en que han estado los museos nacionales, custodiados por el estado, quizás sea este el más presentable centro cultural del país. Cuenta con tres exposiciones permanentes (Signos de Identidad, Génesis y Trayectoria y Huella y Memoria: historia de la familia León) junto a otras exposiciones temporales. La atmósfera del centro es sumamente agradable: instalaciones muy bien cuidadas, vasta información sobre el material exhibido y muchas obras.
Particularmente destacables son los recorridos guiados, que aunque no participé en ninguno, noté mucha calidad en quienes los ofrecían y mucho interés en involucrar a los estudiantes en cada obra, o por lo menos despertar su interés. Conté unos cinco grupos, al parecer de escuelas públicas, que entraban y salían, lo que demuestra que las obras están vivas (tienen algún espectador). También resalta una sección de la exposición Huella y Memoria donde se puede aprender, en vivo, sobre la fabricación del cigarro. Los mejores operarios de la fábrica La Aurora hacen una performance interactiva.
Mientras recorría el segundo nivel, el cual alberga actualmente una selección del XXI Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, pensaba en cómo la iniciativa privada funciona actualmente como motor para desarrollar las propuestas artísticas, o dicho de otra manera: los beneficios del mecenazgo contemporáneo.
El calificativo de Mecenas proviene de Cayo Cilnio Mecenas (Siglo 1 a.C.) quien ganó reconocimiento como protector de poetas y escritores. Pero quizás el más reconocido mecenas es Cosme el viejo, fundador de la dinastía de los Médicis, familia de banqueros de Florencia. Estos eran reconocidos como amantes de las artes y fueron en gran medida el pie de amigo del renacimiento italiano. Usando su poder no solo cobijaron artistas como Donatello y Miguel Ángel, sino que hasta instalaron tres papas en el Vaticano: León X —mi papa favorito—, Clemente VII y León XI. Pero no solo grandes artistas plásticos han encontrado respaldo en el mecenazgo, también Martín Lutero y la Reforma Protestante encontraron allí su refugio, de la mano de otros mecenas como Federico el Sabio, elector de Sajonia.
El domingo pasado visité El Alcázar de Colón, edificio colonial que fue la casa de Don Diego Colón, primogénito del descubridor, y su señora. Actualmente funciona como museo, pero la experiencia de su visita deja mucho que desear. Aunque la instalación luce bien, los objetos expuestos parecen poco cuidados, no ofrecen ninguna información y es imposible determinar si se está viendo una pieza original o una replica (algo importante en un lugar histórico). Hace mucho que no los visito, pero la misma opinión me merecen el Museo del Hombre Dominicano, el Museo de Historia y Geografía y otros sitios culturales. Alguien me dijo que lo que pasó fue que invertí la ruta, que debí primero haber ido al alcázar y después al Centro León.
El museo de Arte Moderno y la Cinemateca Dominicana (ambos ubicados en la Plaza de la Cultura) son los únicos centros culturales públicos que he visitado —accesibles para el gran público— y me atrevería a recomendar. El primero tiene una buena rotación de exposiciones y el segundo expone buen cine diariamente. Y, algo inexplicable, tomando en cuenta que es una iniciativa gubernamental: la cinemateca mejora con el tiempo, en cada visita quedo más sorprendido. En días pasado hablaba sobre el costo de consumir cultura visitando las salas de cine comerciales, pero aquí, por solo 20 pesos, puedes disfrutar de excelentes producciones.
Aunque aparezcan gratas excepciones, como las mencionadas, las iniciativas privadas, por medio de centros, patrocinios o fundaciones, demuestran seguir siendo el mejor el amigo de las artes. En los tiempos actuales la antorcha del mecenazgo ha sido tomada por grupos empresariales que si bien muchos representan familias renombradas y de acomodada posición económica, lo usan más como herramienta de relaciones públicas. Este modelo de mecenazgo me parece el más conveniente, pues aparte de generar beneficios para la empresa —lo cual es muy bueno—, sustenta al artista y nos beneficia a todos, permitiendo que las obras sen difundidas y lleguen al gran público.
la verdad es k ido dos veces y me gustaria ir un millon de veces mas
es un centro cultural muy bonito e imporytante