Comida callejera e higiene

Dulces, jugos, pastelitos, sandwiches y hasta un plato de arroz. Eso y más se puede conseguir en plena calle mientras se anda en Santo Domingo, y probablemente ocurra lo mismo en el resto del país.

friturasEn la imagen: La fritura, o comida callejera que se ve en muchas esquinas de Dominicana, se vende en lugares y zonas donde la higiene es poco visible. ©José Kevo

Aparentemente lo que describo aquí no tiene nada de especial. Después de todo, quienes vivimos aquí estamos acostumbrados a ver esas escenas en los más variados lugares: en los alrededores de oficinas públicas, universidades y hospitales, lo mismo que en avenidas concurridas y de corte comercial, como la Duarte. Sin embargo —y esto sucede por igual en los mercados— hay que cuestionar el nivel de higiene con que operan estas ventas de comida callejera.

Como aquí no hay regulaciones de ningún tipo, con todo y que hay un montón de leyes aparentemente inútiles, lo de la higiene es una cosa a la que no se da importancia alguna. Lo más sorprendente es que si el vendedor no le pone caso a eso, el comprador menos. En más de una ocasión he recibido miradas fulminantes y uno que otro insulto por parte de compañeros de trabajo al insinuar que esa comida que se vende en la calle de manera informal no es apta para consumo. De esa misma forma, también he visto casos de gente (esos mismos compañeros) que se han enfermado del estómago (gastroenteritis, ameba) tras ingerir una de esas comidas.

Es posible que a partir de ahora el panorama cambie, pues —al fin— Salud Pública y el Ayuntamiento trabajarán en conjunto para regular esa situación. Se contempla exigir a esos vendedores informales operar con permisos y según las más altas normas de higiene.

Deberían extender la medida a cafetines y comedores, pues en eso sitios la higiene es también cuestionable. Recuerdo que en una ocasión, trabajando en un banco ubicado en el barrio capitalino de Los Jardines del Norte, en las inmediaciones de Telantillas, acompañé a una colega a un comedor en un lugar cercano. No solo había moscas dentro del mostrador, sino que un perro realengo, de tres patas, llegó y empezó a rascarse encima de la gente. De más está decir que se me quitó el hambre. Saque usted mismo sus conclusiones.

11 comentarios

  1. ¿Pero es que todavía no les exigen a los vendedores ambulantes ningún permiso para vender y, en el caso de los puestos de alimentos, ningún certificado de calidad alimentaria?

    Bueno, en Madrid vi algo parecido el mes pasado en la fiesta del Orgullo Gay: puestos ‘destrangis’ de salchicheros que surtían al personal (ya bastante bebido y hambriento) gracias a familiares o amigos que iban y venían con barras de pan, y salchichas, panceta y filetes de lomo, que luego asaban en una placa sucia y vendían a precio de restaurante (5 euros).

  2. Despues que yo vi en una camara oculta a un vendedor de asqueroso, mi animo por comer afuera ha bajado mucho (no es que como mucho afuera) si no que si por ejemplo uno anda por un parque por ahi y ve algo de comer agradable lo quiere tratar, pero ya yo lo pienso dos veces, desconfio mucho y mejor no les compro nada aunque sepa delicioso pero asqueroso.

  3. los/as vendedores/as no estan mal, molos/as son quienes las consumen y lo peor de todo es que se las dan a sus hijos/as, como si no fueran a regresar a sus casa. cabe destacar que somos ilusos al creer que algun dia se regularan cosas como estas en este pais donde hay tantos PADRES Y MADRES DE FAMILIA. no jamas.
    Pero como no debemos perder las esperanzas, Quien sabe y ocurra un milagro.

  4. Gracias por sus comentarios. Este asunto de la comida callejera necesita ser regulado, pero, como dice Glenys, en un país como este resulta difícil, aunque no imposible.

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