3 historias de estrallones

un estrallon El estrallón. Es toda una desagradable e inesperada experiencia que nos ha dejado a todos algún recuerdo imborrable de nuestras mentes, y muchos hasta les quedan chichones imborrables de sus cabezas. Todos nos hemos caído, hemos dado un paso en falso, nos hemos resbalado, trompezado con alguna piedra o muro, y en definitiva todos, por falta de atención y concentración no hemos dado un tremendo estrallón. Yaguazo, ramplimazo, cantazo, matazo, etc., son algunas palabras que podrían muy bien definir la experiencia de caer o golpearnos abruptamente con algo hacia el suelo. Nos estrallamos cuando andamos rapido, cuando no vemos bien el piso por el que caminamos, cuando no notamos que hay un desnivel en la acera o cuando no caemos en el escalón adecuado. En nuestros cuerpos mantenemos las marcas de estrallones inolvidables, muchos sufridos durante la etapa más inquieta y anárquica de todas: La infancia.

El chichón por montar patines

Aunque en esa etapa lo que más nos impacta es el dolor y el daño, es en la adolescencia y la adultez donde aparte de lo físico también nos preocupa la reacción de quienes nos vieron caer. Yo me caí una vez, y todavía siento el chichonazo en mi cabeza, era fin de semana, vivía yo una de las peores fiebres de moda en aquellos tiempos: Los patines. Todos los niños querían uno, aquellos modelos en línea, fueron toda una sensación a final de la década de los 90s. Fuñí tanto durante meses que mi madre cansada y hasta la coronilla me llevó a la juguetería y me compró los benditos patines esos, yo todavía no sabía usarlos, tenía poca practica en ellos así que comencé a familiarizarme patinando dentro de mi propia casa. Mis hermanas y todos en la casa solo decía ―deja eso, te vas a caer, no patines tan rápido― Niño al fin, no les hice caso, fue casi en ese instante que perdí el equilibrio y casi volé en el aire cayendo inmediatamente como una guanábana al piso dándome tremendo fuetazo en la cabeza. Rápidamente mi cabeza se convirtió en toda una mezcla de caldos, unciones y medicamentos que procuraban bajarme la hinchazón, me di un estrallon colosal que me puso a ver estrellitas, ha sido el más fuerte y doloroso de mí vida.

El resbalón de Juancito

Los estrallones también provocan risas y burlas, más cuando te das el golpe en pleno recreo como le pasó a Juan Alberto, un amigo mío. Juan, era de naturaleza dinámico y deseperao, desde que sonaba la campana del receso salía de primero para no tener que hacer filas en la cafetería. En la clase lo llamábamos el corre caminos, casi se le veía el humito de los tenis cuando salía disparado del aula para ajustarse su empanada con su refresco. El pobre Juancito al ir tan rápido por el pasillo no se percató de que gracias a las lluvias de días anteriores se habían formado ligeros charcos de agua en el mismo piso del plantel. Fue la crónica de un accidente anunciado, la profesora siempre le decía «Juan muchacho, no corras tanto, te vas a caer» Y así fue, nuestro querido caballo de carreras pisó el charco de agua y dio más vueltas que malabarista de circo, todos salimos de los cursos a ver al pobre Juancito tirado en el piso con tremendo guayon en el brazo y con un tobillo lastimado Juancito duró casi un mes con una banda parecida a un yeso en el pie y la herida del brazo le duró como hasta 3 de bachillerato para borrarse, fue un estrallón histórico, en mi época allá se dividió la era académica en dos: antes y después del estrallón de Juancito.

Paola, comió lodo

Paola, era una vecina de por mi casa, también una chica bastante inquieta para su edad y genero, es decir tenía una vena de marimacho que se le destacaba bastante. Siempre estaba encaramada en una mata, manoteando en una casa, encima de un techo o haciendo carreras en la calle. Muchos niños hasta le tenían miedo debido a su agresiva actitud de vida, Paola siempre estaba a la vanguardia con todo tipo de juegos extremos, inventos peligrosos y destrezas insólitas. Un buen día vio ella a un primo hacer sorprendentemente una seria de Fli Flá ―vueltas maromas― ella estaba encantada con lo que hacía su primo y nos reunió a todos para demostrarnos que ella iba a hacerlo mejor ―que espíritu ni tan competitivo― Sus flexiones comenzaron bien, los muchachos volvieron a sorprenderse de la ventaja física de la chica, quizás hasta yo la quería de guardaespaldas. Después de hacernos como 5 demostraciones, en la número 6 la pobre chica olvidó que no era tan ligera de peso y se dio un matazo que fue a caer en pleno lodazal, creo que comió como 3 litros de tierra mojada. Lo peor fue la consecuencia, los muchachos cruelmente nos rajamos a risas, situación que provocó que más de uno después le perdiera el respeto a la King Kong femenina.

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