¿Y tú, diste alguna lata telefónica?

Hablando por telefonoSeñora la llamo para decirle que su gato está en mi piscina ―!Pero yo no tengo gato!―.. ¡ah!, ni yo piscina. Dar lata, toda una travesura de la infancia y la adolescencia, era todo un pasatiempo cuando realmente no teníamos nada que hacer, posiblemente durante un largo apagón o cuando nuestros padres veían la televisión. Dábamos latas por placer, por intriga, por curiosidad y por gusto, nos encantaba llamar a un número cualquiera y hacer una de esas rutinitas chistosas que ponían al otro medio en el aire y definitivamente lo sacaban de quicio. ―Hola, buenas tardes, ¿su reloj está andando?… ah, pos agárrelo ¡que se va!. Las latas provocaban esa picardía interna que nos mantenía haciendo llamada tras llamada, muchas veces a gente conocida, simplemente para conocer la reacción de la persona después que respondiera por nuestra iniciativa.

La llamada mas burlona

Si fuéramos a definir la lata, sencillamente podemos decir que es esa llamada burlona, sarcástica y misteriosa que realizábamos con entusiasmo y complicidad. Las victimas: doñas, señores, muchachas, y cualquiera que tomara el teléfono recibía de parte nuestra una pregunta que en muchas veces necesitaba de una respuesta inocente para cerrar con un final cruel, desagradable o chistoso para quienes hacíamos la llamada. Aló, si, ¿Señora ahí es que pelan pollo?… ―no―, ¡a pues se lo comen con todo y pluma!. Habían cientos y cientos de adivinanzas y ocurrencias que procuraban hacernos pasar un buen momento, aunque el del otro lado del teléfono no pensara lo mismo. Muchas bromas pasadas de tono, con irrespeto y atrevimiento se hacían desde un teléfono residencial hacia otro lugar que en la mayoría de los casos no era conocido por nosotros, un simple número estimado por nosotros mismos.

Caller ID: el ¡antilata!

En muchos casos, las latas tenían a sus favoritos, eran aquellos personajes que nos hacían el juego con su ingenuidad o conocimiento de la situación. Estas personas motivaban mucho mas a mis amigos traviesos a seguir llamando y jod@#$, perdón, fuñéndole la paciencia. Los favoritos ¡eran las doñas!, si esas amables señoras que se creían todo lo que le decíamos y no seguían la corriente en nuestros juegos enigmáticos. ¿Señora usted tiene familiares fuera?… ―si―, ah pos éntrelos que va a llover. Lindo era cuando llamábamos a alguien conocido y reconocía el metal de voz de alguno de nosotros, de inmediato llamaba a uno de nuestros padres y la pela era segura. Las latas se han hecho desde siempre, quizás ya no, debido a la proliferación de caller IDs, y también el hecho de que tenemos Facebook, celulares y demás reales entretenciones. Muchos problemas nos buscaron esas traviesas latas, que yo particularmente después de un susto dejé eso. Señora usted se acaba de ganar un carro del año, del año 1 páselo a buscar a pie, ¡esto es una lata! Ja ja ja

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