Aunque le cambié el nombre por respeto a la persona, esta historia es real. Creo que más de un dominicano viajante podrá identificarse con ella y confirmarla.
Medina se fue a los Estados Unidos a principio de los 80. Cuando consiguió la visa, en su barrio hubo fiesta, sus amigos y vecinos desfilaron por la sala de su casa para celebrar, despedir y encomendar; cuando habla de aquel momento sus ojos se quedan suspendidos en el aire y se le dibuja una sonrisa en el rostro. Estamos los dos sentados en una marquesina y mientras me cuenta la historia de los últimos treinta años de su vida sus ojos recorren la marquesina de la casa en que estamos sentados, es como si algo le molestara, como si se sintiera extraño, luego vuelve a recordar y sus ojos se suspenden otra vez.
—Yo siempre supe que el dinero estaba en otra parte, que este país es para unos cuantos. El que se queda, puede trabajar para vivir, pero no para estar tranquilo. Intenté primero irme a Venezuela —me cuenta—, pero siempre estaban las historias de lo peligroso que era llegar, disque había que caminar mucho a pie por una selva y me metí en miedo. El papeleo americano era más caro, pero más seguro. Por lo menos se llegaba en avión y no había que coger tanta lucha.
El regreso y la despedida
Llegó a Santo Domingo hace tres meses, vino de retirada después de 30 años de trabajo y no ha hecho nada mucho más allá que ver televisión y recostarse en una mecedora blanca de fibra de vidrio. Él no me lo contó, pero sospecho que esperaba a su llegada una algarabía similar a la que hubo en su partida. El país que dejó hace treinta años era otro, un país de casas con patio, sin rejas y menos candados. Un país donde la gente se conocía, se visitaba y estaba mucho más cerca. Nadie le dio la bienvenida, tomó un taxi que lo dejó en una urbanización de la zona oriental en la que logró comprar la casa que encontró vacía. Salió de Santo Domingo con su esposa, pero en el transcurso se quedó sólo. Después de tres meses, yo soy uno de sus primeros visitantes.
Jumbo / Sears
Ahora me invita a conocer la casa. Está llena de electrodomésticos y él se empeña en mostrarlos como si fueran novedad. Un televisor plasma en la sala, muchas películas originales, home theater, un mueble gigante color marrón con reposapiés y una funda de mashmelos abierta. Todas son cosas que aparecen en Jumbo, pero él pensó que era necesario traerlas de allá. En la cocina un abrelatas eléctrico, tarro gigante de te frio y muchas cajitas de pancakes; lo más sorprendente: un juego de cubiertos completo que viene con su caja para guardarlos. Cada cosa tiene una explicación y él se deleita en compartirla:
—Los gringos son locos con eso, tal cosa se consigue a tantos pesos. (Cuando habla de pesos asumo que se trata de dólares.)
El barrio de antes
Llegó a Santo Domingo y lo primero que hizo fue volver al barrio, pero el barrio ya era otro, la gente que le conocía, o se mudó o se murió, y a los pocos que le recordaron él para nada le importa. Un viajante ya no impacta tanto como en otros tiempos. Debe de ser difícil atesorar un recuerdo por tantos años, trabajar para volver a revivirlo y encontrar la indiferencia. Volvemos a la marquesina, desde que se sienta en la mecedora sus ojos vuelven a decaer, es como que algo lo molesta de este lugar. Por fin lo encontró.
—Son los hierros —me dice—, están por todas partes. Para salir al patio, para salir a la calle, para entrar el carro. Las casas de ahora tienen demasiados hierros. Cuando me paro aquí me siento como preso. Trabajé muchos años para volver a vivir en libertad y ahorra tengo que estar encerrado.
Al poco tiempo tomó otro avión y regresó a los Estados Unidos. Su retiro duró cuatro meses.

Administrador de empresas especialista en Inteligencia de Negocios (Gestión + TI). Es conferencista en temas como la gestión de proyectos, liderazgo e iniciativas sociales. Rafael es el Fundador y Editor Principal de Duarte101, Director General de Invermedios (nuestra empresa gestora) y sirve como Pastor en la Comunidad Cristiana PezMundial.
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Que fuerte esa realidad! En el único país donde no eres extranjero no puedes tener la paz de la libertad!
Tomás: es una situación muy triste. Por eso siempre digo que se debe hacer vida en el lugar en el que a uno le ha tocado vivir. Ese señor desperdició 30 años.
Estos casos son realmente tristes. Por eso uno nunca se debe aferrar tanto a las cosas y seguir siempre lo que siente y luchar en el pais en el que nacio.
La forma en que se relato esta historia me hizo recordar a los cuentos de el Profesor Juan Bosch.
Es verdad que la realidad le da a uno duro en la cara.
[Relato] La realidad del viajante dominicano en su retiro: http://d101.cc/8lt ^RP #fb
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Joan: yo creo que se debe luchar en cualquier lugar, ya sea en el que naciste o en el que te recibió. Bienvenido a Duarte101.
tranced: gracias por el piropo. 😀
RT @Duarte101 Un retiro de cuatro meses http://d101.cc/8lt
Me retiro sera aqui e irme a conocer el mundoRT @Duarte101: La realidad del viajante dominicano en su retiro: http://d101.cc/8lt ^RP
Y si uno hace lo contrario? Trabaja aqui y se retira en otro lugar…
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Me gusto este articulo RT @Duarte101: ♺ [Relato] La realidad del viajante dominicano en su retiro: http://d101.cc/8lt ^RP
Ese fue siempre mi sueno retirarme a dominicana a vivir el resto de mis dias pero me parece que sera imposible debido al desorden que existe en el pais.
despues de vivir fuera tanto tiempo si no vuelves de tiempo en tiempo ,no te acostumbras a los cambios,pero a pesar de los hierros hay mas libertad y felicidad.