Los muertos, un negocio de vivos

Entierro Recuerdo que una vez un amigo de mi papá fue elegido en un funeral, para exclamar el panegírico (las ultimas palabras) a un amigo en común, el orador, sin mucha delicadeza, pero con firmeza y realidad solo se aprestó a vocear en el mismo cementerio «Filomeno te jod#ste». Es fuerte, pero ciertamente para muchos esa es la cruda realidad. Los muertos son un gran negocio para nosotros los vivos, comenzando con el dineral que cuesta tener un ataúd o caja decente, quizás algunos 30 mil pesos. También alquilar una sala en una funeraria es cuestión de vivos, ya que hay que hasta pedir rebajas a ver si le dejan a uno un huequito para poder velar tranquilo al muerto. Todavía no hemos hablado del nicho, la última morada del fallecido, tampoco de las lloronas, esas valientes mujeres que se rajan a dar gritos por una suma determinada para hacer que el funeral sea más… ¿emocional?

Buscándosela en funeral

Vivo cerca de una funeraria, y se verá muy irónico lo que diré pero es la verdad pura, mientras no hay un muerto en ella, el negocio y el ambiente alrededor está «Muerto» sin embargo desde que llega uno, todo se pone más dinámico, cantidades de automóviles parqueados, la calle se estrecha con ellos, incluso ¡hay tapones!, además decenas de chineros, fríos fríos, fruteros y demás vendedores vienen de todas partes a darle cobertura a la situación. ―Es que cuando alguien muere, los que vienen a ver al muerto también necesitan algo de comer― Me dice don Jacinto, un humilde vendedor de Fríos Fríos que se ha instalado frente a la funeraria con la promesa de refrescar a todos los dolientes en esta difícil situación. «En verdá sentimos el dolor, porque a nosotros también nos ha pasado, pero también tenemos bocas que darle de comer» Asegura Antonio, un yanikekero que tiene velando el funeral más que los mismos familiares «Es que hay que buscarse el dinero, eta vaina no ta fácil».

Todo un mercado vivo, del muerto

Pero esto solo es el principio, al morir alguien, revive toda una microeconomía que depende directamente de este tipo de realidades. Morir es parte de nuestro ciclo natural, pero también el sobrevivir lo es, digamos que este proceso de vivir del muerto es el mismo que se da con la cadena alimenticia: hay que continuar a costa de los que van cayendo. En el cementerio, decenas de obreros y floristas esperan la llegada del desfile fúnebre, es como si lloviera en el desierto. Rápidamente en la entrada del camposanto los que venden sus velones se abalanzan contra los automóviles esperando a poder levantar algo. Las flores comienzan a ser demandadas, y justo en el momento de bajar al féretro dos hombres que prácticamente viven en el lugar se encargan de ayudar a la caravana y de cargar también con la caja, todo a un precio. El nicho ya hecho con rapidez, todavía le huele el cemento mojado recién comprado y construido. Los Zacatecas esperan también aprovechar que otro familiar desee ver a otra persona fallecida para ofrecerle sus servicios de limpieza de tumbas a un módico costo. Quizás en todo esto quien mejor está es el fallecido ya que no tiene que pagar absolutamente nada, es más su muerte es problema de sus vivos. Recordemos que también en la prensa se ha realizado un trabajo de publicación y notificación del deceso del individuo.

¿Morir en paz?

«Cuando yo me muera no quiero que me hagan nada, solamente entiérrenme y ya» una Frase muy dicha por mucha gente pero definitivamente incumplida por los hijos y familiares. Es que al morir, ya el muerto no es gente, se convierte en una responsabilidad y compromiso de sus allegados, por más que hayan pataleado en vida de cómo deseaban sus exequias fúnebres, quienes lamentablemente pasan a la otra vida simplemente ya no tienen voz para esta. La verdad es que todo se da como lo paute la necesidad y los deseos de los familiares al morir nos convertimos en un patrimonio de todos, el muerto ya no tiene palabra, los amigos, enemigos, familiares y todo el que le conoció tiene derecho a pasarlo a ver gran cosa que el muerto no quería un funeral. Todo esto alimenta un mercado que únicamente vive de los fallecidos, y claro está también ellos merecen seguir viviendo. « ¡Frio Frio Pa la calol, Yanikeke yanikeke! Doña venga pa limpiale su tumba» Solo deseamos que quien se haya ido esté mejor que nosotros, porque aquí nos estamos comiendo unos con otros.

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