Es volver a ser niños, como si por un minuto nos volviéramos enanos, y reviviéramos aquellos momentos de fuin fuan. Los columpios quizás son el juego o la instalación de diversión más básica que pueda tener un parque o sitio recreativo para niños. En el pasado habían mas, las canquiñas actuales ni le dan por los tobillos al número de columpios que veíamos en todas partes, simplemente nos esperaban a ser mecidos por nuestra propia fuerza corporal. El alma de un parque o club familiar era el área de juegos y dentro de esa área el gran rey siempre era el gran columpio «vaivén». Aunque el conjunto de juegos se le llama también así, generalmente denominamos columpio a ese pedazo de madera o goma que se encuentra suspendido en el aire sujetado por dos sogas o cadenas y que gracias al impulso de nuestro cuerpo en reposo provocamos un continuo movimiento pendular.
Mirador y Manresa: columpiolandia
Wao parezco hasta físico describiendo este mítico juego, pero la realidad es que simplemente cuando lo veíamos solo nos encaramábamos a él y las horas pasaban tan rápidas como el fin de semana. Con un simple columpio teníamos el suficiente motivo para alegrarnos la tarde, lugares como el Mirador, Manresa, restaurantes y hasta plazas tenían su distintivo Set de instalaciones de esparcimiento entre la que siempre se destacaba el inquieto columpio. El procedimiento de montarlo era tan básico como el de volar un avión, ―o por lo menos así era en mi imaginación―. Nos montábamos en él y nos mecíamos con la fuerza de nuestros pies para ganar empuje, ya con una velocidad estable nos manteníamos por un tiempo, hasta que continuábamos alzando las piernas para cada vez balancearnos más fuertes y llegar ¡más arriba mucho mas! Para los más pequeños siempre había una madre o un tío dispuesto a empujar, también aprovechaba para evitar cualquier accidente, ya que en un descuido te podías barrer comiéndote toda la tierra del piso o peor aun las piedras.
Como volar de atrás para adelante
El columpio, tan básico y tan común proporcionaba una sensación de vuelo tan excitante que mientras lo montábamos solo nos daba más placer y más ganas de intensificar su vaivén. Inventábamos mucho, los niños más osados gustaban de tambalearse en el aire, mover las cadenas para un lado o para el otro y los más atrevidos se mecían de pie, situación que me representaba pelas y amenazas de castigos. La adrenalina que generaba la experiencia era la suficiente como para invitarnos a saltar en pleno balanceo y disfrutar el breve momento la sensación de flotabilidad, que con el frío y calculado movimiento nos impulsaba caer corriendo en el piso y continuar haciendo travesuras por los alrededores. Hubo una moda de instalar columpios caseros, en muchos jardines se podían ver, aunque no tenían la misma magia, se disfrutaba bastante. Esos sábados de helados o esos domingos de pizzas, junto a Papi, Mami y los hermanos eran inolvidables cuando incluía ese divertido columpio como atracción principal. Ese fuin fuan de eterno movimiento provocaba enormes gritos, risas y alaridos propios de niños entusiasmados que competían por quien llegara más alto o quien hacia el ciclo más rápido.
Un viaje inolvidable
Apenas hoy lo veo y el niño que vive en mi solo quiere engancharse a él y mecerlo como el mejor, pero rápidamente me llega la desilusión de que podría romperlo, además de lo muy manganzón que me vería meciéndome con mis dientazos al aire. Deberían haber columpios para adultos, es una injusticia que ya estemos privados e un entretenimiento tan sano y desestresante, con tan solo sentir el empuje del aire dándonos vuelo, nos olvidaríamos de muchas cosas y le diríamos adiós momentáneamente a la persistente rutina. «Vamos a montar columpio» decíamos con alegría en los ojos, corríamos como locos hasta llegar a ellos y de inmediato nos preparábamos para el despegue, con los amiguitos teníamos esas conversaciones de película, donde el que tenía más creatividad simulaba una competencia de aviones o de naves espaciales. ―Columpio uno listo para elevar vuelo― decía uno ―aquí columpio dos, capitán estamos calentando los motores pronto llegaremos al espacio exterior― Wao, con tan pocas cosas convertíamos nuestra imaginación en una incansable industria de suposiciones, personajes y acciones. Solo era necesario una madera rectangular, dos cadenas y una base firme, para iniciar todo un viaje fantástico e intensamente divertido.
El fuin Fuan de los columpios, algo para recordar ― http://cot.ag/bCf64M ^RF
Diaaaaaaantre, cuantos recuerdos de mi infancia, cuando iba a LA LATA, LA CHIMENEA, LA MARITZA aquí en Santiago a montar columpio en lo que estaba la pizza…..