Enemiguito y no me hables

Enemiguito no me hable Cuando éramos niños, wao, hace tiempo de eso, pero de seguro al leer esa simple frase a la mente te llegan inolvidables momentos. Teníamos amiguitos, eran esos compañeros de travesuras que complementaban nuestras inquietudes y nos hacían compartir juguetes, ocasiones y miles de experiencias. Que inocente éramos, entendíamos que el mundo giraba alrededor de nuestros impulsivos deseos, que todos nos eran parte de nuestro propio universo. Todo iba bien hasta que nos molestábamos, muchachos al fin, cambiábamos de emociones al instante, podíamos estar muy contentos con alguien, y al segundo ya estábamos considerándolo como nuestro peor enemigo. Tanto para convertirlo a nuestro mejor compañero, como también condenarlo como al peor de los niños teníamos un ritual a seguir.

Adiós amiguito

Ese código, ese santo o seña estaba entre nosotros, entendíamos que teníamos el poder de elegir y desechar quienes jugaban con nosotros, y hay de ellos si hacían algo que no nos gustaba, de inmediato lo rechazábamos discriminando su presencia, y alejándolo de nuestros juegos y cosas. ¡Enemiguito y no me hables! Decíamos, y lo hacíamos con tanta seguridad, como si lo habíamos decidido ante un profundo análisis y una prolongada meditación de adulto. « ¡Fuera! No toques mi tortuga Ninja, ―decíamos con firmeza o en caso de ser niña― «no juegues con mi Barbie Malibú» con crueldad olvidábamos todos los buenos ratos que pasamos junto al amiguito, y de inmediato lo confinábamos al peor castigo, deseándole lo peor en su corta e inmadura vida. A veces no hacía falta decir la frase completa, con solo decir: ¡Ene!, ya le dejábamos entredicho al muchacho que no nos agradaba para continuar jugando Gijoe o Lego.

Se pactaba con los dedos

Alzábamos la mano, específicamente el dedo meñique, para cruzarlo con el de el otro amiguito, en señal de un pacto entre caballeros, un código, una señal que debía respetarse. Con mucho dolor recibí ese desagravio por parte de muchos crueles niños a los que solo iba a su casa a ser parte de sus caprichos infantiles. Los niños entienden que tanto la amistad, como la enemistad merecen de rituales propios y dignos a su honra, y por lo tanto muchos malvados le daban la importancia necesaria al echar fuera de su gracia y sus juguetes a niños como yo. Ya adultos, no decimos con categoría si con quien discutimos puede ser considerado como enemigo, le dejamos eso al tiempo y las percepciones, pero los niños no, ellos en muchas ocasiones lo hacen para manipular, para sentir por vez primera el poder. Así como me despedían de su comunidad, no pasaba una hora, para que ellos mismos me buscasen y me dijeran «ya ta bien vamo a hacer amiguito otra ve» de inmediato se utilizaba nuevamente el roce con los dedos para otra vez sellar la amistad. ¡Enemiguito y no me hables!

7 comentarios

  1. Oye pero no fue una ni dos veces nada mas que yo llegue a hacerme enemiguito y no me hables con gente… jajaja siempre con el dedito meñique y con la promesa de que no se hablaria uno jamas con esa persona.

    Ironicamente eran cosas que se hacian solo con los «amigos».

  2. Es verdad, era con el meñique, recuerdo que varias veces lo hice lo que no recuerdo fue con quien, ahhhhhh las cosas de muchachos.

Los comentarios están cerrados.