Hace unas semanas me encontré, sin proponérmelo, en medio de dos bandereos. El primero fue de un movimiento político al que no le pude identificar el nombre o el candidato al cual apoyaba y el otro del PLD. En ambos los participantes se encargaron de crear un tapón innecesario, al parecer para crear artificialmente la sensación de muchedumbre y en el del PLD insistían en que me dejara poner en el carro un bumper sticker de «E’ Palante que vamos» con la cara de Leonel. Como los cristales del vehículo en que andaba eran totalmente clear, se dieron cuenta de que yo no era de los suyos —realmente tampoco soy de los otros— y comenzaron a hacerme señas de que «e que no vamo a quedá».
Yo lo tomé con calma y les sonreí, pero estoy seguro de que si les hubiese respondido en contra, cualquier otra cosa innecesaria hubiera pasado. Está demostrado que cuando las personas actúan en manada se desinhiben, tomando parte en acciones que de otro modo no participarían. Esto explica, en parte, la cantidad de hechos de violencia que desencadenan estos eventos políticos. Basta una pequeña respuesta a la provocación para que corra la sangre.