De último minuto
A pesar del constante auge del periodismo electrónico el periódico impreso sigue vigente, parece ser una cuestión de mucho tiempo hacía el futuro para que su desaparición física sea un hecho, algo que por cierto constituirá una gran noticia en la primera plana del site de todos los diarios del mundo. Durante más de siglo y medio el periódico ha sido responsable de transmitir al mundo sus grandes noticias ―salvo excepciones como lo de Ricky Martin― y cuando tú ya sea en la esquina o desde tu carro paras al canillita de turno buscas estar enterado, en esa misma dinámica urbana me encontraba yo hoy, solo que la cosa varió un poco pues por accidente vi la cara del vendedor ambulante, era un señor mayor de cara agrietada y tornasolada, un raudo brillo proveniente de los rayos del sol junto al humo de los carros dando como resultado un maquillaje nada estético. Su bigote abigarrado a falta de una buena navaja de afeitar y en su mentón maculas provenientes de no sé dónde.
¿Lo que ganan no les permite comer algo mejor?
Su ropa desprovista de color pues el tanto uso ya le había arrebatado la vistosidad de antaño, sabrá dios si era vestimenta de tercera mano. En fin que compre el diario y me fui a la cafetería del Súper mercado nacional a leer las noticias y para sorpresa mía apenas minutos después volví a encontrarme con el señor en cuestión, él también había tomado su tiempecito para darle algo de actividad a su estómago. Vi como su cuerpo se movía lento y sin muchas ganas hacia la silla, me levante e hice un inventario de su comida: dos ruedas de salami, dos panes, un sobre de cachú y una coca cola plástica, el saldo total arrojaba un gasto de 46 pesos, eran las 5 de la tarde y sabrá dios si esa era su comida de las doce. ¿Cuántas veces te has parado a pensar en este tipo de personas? El ser anodino que está ahí para servirnos, el pobre diablo, ese esperma que al momento de fecundar el óvulo no se imagino tan magro destino y que de haberlo sabido de seguro habría abortado la misión.
Objetivos e imparciales
Nadie sabe nada de los periodiquitos o canillitas, ellos no tienen ducha, por lo regular usan una vasija con la cual sacar agua de un tanque ya selecto y ni que decir de la temperatura del agua pues la misma es regulada por la intemperie. Si quiera una cuartilla a modo de crónica en homenaje para ellos, se que Radhames Gómez Pepín anda con chofer y todo, no me sorprendería saber su ignorancia sobre el personal que distribuye el periódico dirigido por él y claro tenemos canillitas en las mismas o peores condiciones trabajando para los demás diarios. ¿Cuánto gana un canillita repartidor de periódicos? No más de 5 pesos. ¿Cuántos periódicos tiene que vender para comer su comida de las doce a las 5 de la tarde? ¿Qué es lo edificante de este tipo de trabajo? ¿A caso saber que mientras son ellos los responsables de llevar la información hasta las manos del lector ni este último y menos en la redacción del diario nadie se preocupan por saber algo de él?
Lecciones antes de comprar tu próximo periódico
La próxima vez que veas a uno de estos profesionales en ejercicio de la comunicación piensa en todas estas cosas pues creo que en términos humanos lo más que podemos hacer es brindarles un trato afable a modo de amortiguar su ya de por si lóbrego destino. Somos más humanos en la medida que damos un trato un poco más allá de lo decente para con los demás. A veces es difícil pues las preocupaciones del día a día nos abruman y con ello nos llevamos a todo aquel que este por delante. Imagina descargar tu ira con un pobre canillita, el mensaje es claro: contrólate y no caigas tan bajo, ellos no merecen ese trato. ¿Cuánto nos cuesta hacerles su trabajo más llevadero? Sólo cuanto nos cueste el sacrificio de ser un poco más sensibles con estos seres que por lo regular pasan desapercibidos ante nuestros ojos, trata de que tu trato hacía ellos sea tan cordial que tú tampoco les pases desapercibido.
El periodista de a pie ― http://cot.ag/bAG0OJ ^RF