Querido diario… Una de mis aficiones preferidas es crear listas, por ejemplo: lista de celebridades que me gustaría invitar al palacio, lista de los conflictos internacionales en los que me gustaría mediar y la lista de problemas nacionales para los que me gustaría organizar una cumbre. En las fechas que se esperan movimientos de funcionarios reúno algunas de ellas para llevarlas conmigo a mis reuniones y me rio mucho al ver como se convierten en el centro de atención. Salgo un momento de la reunión, dejando las listas al descuido para que la curiosidad haga su trabajo, pero me quedo mirando por la rendija de la puerta. Tarde o temprano alguno termina abriendo la hoja, pensando que se trata de la lista de cambios. Entonces aprovecho para entrar a la oficina y lo sorprendo: —¿Se le extravió algo allí, compañero? Aquellos que abren el listado son los únicos funcionarios que salen del gobierno, sin tomar en cuenta su gestión, pues en política siempre he valorado más la discreción que la eficiencia. — Leo.
4 comentarios
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jajjajajajjajajjajajjajaja me gusta esa prueba
Ya tenemos la otra hoja del Diario de Leo y Margó (Pag 8) ― http://cot.ag/9CHVzj ^RF
Pensaba que era sólo a mí que me lo hacía. Pero ya veo que no. También se lo hace a otras. A otras personas. La otra semana llegó a casa con unas manchas de pintalabios en el cuello de la camisa. Al principio yo no me fijé, porque estaba friéndole una longaniza de esas que preparan en la Mauricio Báez, en Villa Juana, para la cena. Cuando entró vino a la cocina, me dio el beshito piquito, preguntó por la niña y se fue a la habitación. A poco rato se sentó a la mesa. Se había quitado el traje y se puso una camiseta sin mangas, un pantalón corto caqui y las chancletas de cuero que trajo de México y que tanto le gustan. Yo estaba sudada y tenía la cara grasosa. Por eso tiré el delantal y fui a la habitación a por lo menos lavarme la cara. Pero cuando entre a la habitación lo primero que vi fue la camisa tirada sobre la cama y luego la corbata rodando, al lado de la cama, en el piso. Al abajarme a recoger la corbata vi un manchón en el cuello de la camisa. Yo ni siquiera llegué a coger la corbata, porque me di cuenta que los labios estaban pintados en el cuello tan nítidos como si fuera el logo de “I love NY”. Agarré con rabia la camisa y cuando giré para ir a pedirles cuenta, ahí estaba él en la puerta de la habitación. Masticaba, sonreía y tenía un pedazo de longaniza agarrado como pinza con el dedo pulgar e índice. “Compañera—me dijo–, eso no es lo que usted está pensando”.
Ustedes se pasan!! Pero Marga Rita la botó!! Jejeje!