Cuando usábamos cadenas de oro

Cadenas de oro Antes estuvieron muy de moda las cadenas o cordones de oro, desde que nacíamos nuestros padres nos encaquetaban una. Niños, grandes y hasta viejos poseían su cadena doradas alrededor de su cuello, eran otros tiempos, aparte de que habían menos delincuencia, también existía un deseo de demostrar cierto status y hasta adoración espiritual llevando una cadena de oro. Ver a alguien con una o más de una era algo bastante común quizás un factor que aceleró el uso de este tipo de prenda en los sectores populares fue a partir de los «Dominican Yorks», peloteros y músicos quienes exhibían enormes alhajas con grandes medallas, crucifijos o hasta sus propios nombres. La cultura de la cadena de oro fue muy extendida y re-popularizada a partir de estas figuras que le dieron un nuevo brillo a sus imágenes utilizando oro.

Toda una prenda familiar

Todo esto junto a otras razones más generó que nuestros padres nos pusieran la nuestra, nos colocaran un dije con algún significado y a partir de ahí nos sumábamos a una moda que tenia ribetes emocionales y hasta hereditarios. El oro siempre ha sido caro y todo un sinónimo de lujo, por lo tanto el llevar colgado una cadena de este metal obligadamente nos colocaba en algún tipo de status social. Para los padres era todo un orgullo que sus hijos anduvieran pa arriba y pa abajo con esas prendas y muchas eran copias exactas de los modelos que ellos mismos poseían, es decir la cadena que adornaba al hijo era una especie de símbolo generacional y representativo. Lógicamente un muchacho no le otorgaba el mismo valor real de lo que tenía y en muchas ocasiones fruto de sus andanzas, travesuras y brincos, muchas de estas prendas se perdían, otorgándoles a otros la felicidad de encontrar oro en las calles.

Los guillos, medallas y nombres grabados

El factor sentimental siempre estuvo apegado a esta prenda, aunque aparte de la cadena en el cuello el ajuar se completaba siempre con un guillo con una plaquita, muchas veces con el nombre grabado. Muchas de estas joyas provenían de algún familiar del pasado, una herencia, colgándole un intenso valor sentimental, más caro que el mismo oro. Para muchos era todo un resguardo, ya que con el crucifijo o imagen de la virgen se sentían protegidos ante cualquier situación, era más que una simple cadena dorada. Aunque también se le asoció al tigueraje y a la chabacanería la realidad era que todos los niveles sociales tenían el estilo que les adecuaba. Los más ricos, con un simple cordón casi invisible se conformaban, los menos pudientes pero que vivían cómodamente preferían un modelo más visible, con tejidos más complicados pero dentro del rango de lo normal en cuanto a tamaño. Donde todas las reglas se rompían era en aquellas personas provenientes de clases populares que pretendían llamar la atención con sus exuberantes y personalizados modelos, aquí entran los vácanos, el tío de nueva York y las mujeres de salón llamadas Mireya que se hacían anillos, guillos de mano y pies y medallas con su simpático nombre.

Empeñé la mía

El llevar una prenda de oro es parte de la cultura del latino, ya sea por lujo, alta espiritualidad o pura chabacanería. Impresiona el nivel de cómo muchas prendas fueron personalizadas dejando volar la imaginación de muchos que prácticamente sintieron furor con el oro y se forraron completamente de él. Muchas exageraciones de vieron, quizás esas portadas de los álbumes de Fefita La Grande en donde se la veía como con 20 cordones de oro, 10 cadenones y 5 medallas y dijes inspiraron a muchos a llevar ese lujoso peso sobre ellos. Lamentablemente esa fiebre dorada fue desvaneciéndose a medida que la delincuencia aumentaba, por cualquier brillito te atracaban y la gente simplemente optó por no usarlas todo el tiempo. Hubo un tiempo en que existieron atracadores motorizados que te pasaban el lado y te desprendían la cadena, yo vi como a un amigo mío le hicieron eso, el pobre le cayó atrás pero nunca lo alcanzó. Todo esto fue suficiente para descolgarnos nuestras cadenas y quitarnos los guillos, quizás usarlos en algún evento o salida especial. Mi cadena no fue atracada pero si empeñada, en un momento en que necesite el dinero, la desempolvé y la dejé en una compra y venta, ahí acabó mi época de oro.

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