Los nuevos miembros de la Cámara de Cuentas, institución auditora del Estado Dominicano, ya empiezan a dejarse sentir. Se acomodaron en sus sillas para ocupar sus lugares y de entrada hicieron lo mismo que hacen casi todos los nuevos funcionarios: llamar a la prensa para dejar constancia del desorden y el mal manejo de la gestión anterior. Lamentablemente, ya los desordenes de la Cámara de Cuentas no sorprenden, en Julio pasado el país tuvo más que suficiente (escándalos, acusaciones y hasta un juicio político) para quedar saciado.
Ellos no fueron llevados allí para que informen sobre el desempeño de los anteriores auditores, pues tal cosa ya está más que documentada; una foto del mal estado del archivo de la institución y detalles de la abultada nómina ya es poco lo que aportan. Lo que sí necesita la Cámara en estos momentos es precisamente lo contrario: discreción, precisión y resultados. Es impensable que un auditor, en vez de enfocar sus luces hacia su objetivo, se dedique a auditar a su colega anterior.