El fenómeno de Las Naciones

Este artículo quedó King Size, pues el tema es algo complejo, pueden leerlo por partes. Luego retomamos el formato corto.

ViolenciaHe estado leyendo varios artículos en periódicos locales donde abordan el tema de las pandillas, bandas juveniles o «naciones», como también se hacen llamar. Me sorprende el hecho de que casi siempre se olviden del punto clave: el origen de estos grupos. En República Dominicana tendemos a creer que los fenómenos sociales son solo un asunto fortuito, que aparecen de un día para el otro. Es como si una mañana despertáramos y tuviéramos los barrios repletos de pandillas juveniles. ¡Y de la misma forma esperamos que se resuelvan!

La policía está atada de manos, es incapaz de frenar esta ola de delincuencia, pues su rol es de contención, no de prevención, esto les impide ir a la raíz del problema (la familia) y los obliga a podar solo las ramas (actos cometidos). Por otro lado, tomando en cuenta que hablamos de delincuentes adolescentes y pre-adolescentes, su situación legal es mucho más compleja. Están dentro de una nube donde la autoridad prefiere no entrar.

La raíz del problema
El origen de este problema tampoco está cerca en la línea del tiempo, ni responde a una sola causa, sino a un conjunto de ellas (sociales, generacionales, internacionales ―delincuentes deportados―). Una de las menos mencionadas no comenzó hace 5 años, sino, hace más de 20. Cuando el campesino comenzó a emigrar hacia la capital, sucedió uno de los fenómenos que pienso, más contribuyó con este nuevo tipo de delincuencia juvenil: las familias comenzaron a amontonarse una encima de las otras en barriadas y los padres se dedicaron a trabajar todo el día lejos de la casa, dejando a sus hijos desatendidos. Vivir en hacinamientos produce una serie de hechos violentos (peleas entre los padres, poca intimidad, depresión) que primero solo se sienten dentro de las 4 paredes de la casa, pero que eventualmente repercuten en las calles y así en toda la ciudad.

Hablando con los niños de la calle lo que he conocido es que, en su mayoría, huyeron de sus hogares por maltrato físico, abuso sexual o sencillamente por desatención. El tiempo libre que tenían era mucho y ante la carencia de una persona de autoridad que les controlara, se fueron a las calles. Al salir, tuvieron dos opciones: una banda gestionada o deambular con otros pedigüeños. Algunos limpian zapatos o piden para comer y se divierten por medio de las apuestas. Las naciones tienen una característica particular, y es que sus miembros no necesariamente provienen de los hacinamientos, sino, de familias clase media, pero padecen de lo mismo: soledad.

Los que se integran a las bandas no lo hacen solo por hacerlo, sino, porque allí compensan de algún modo sus carencias. Esto se refleja en sus códigos y juramentos. Por ejemplo, a continuación comparto el de «Los Trinitarios», una de estas organizaciones delictivas: respeto, paz, amor, dignidad, lealtad, decisión y valor, código de silencio, Dios está con nosotros. Este código no es más que un grito, el anuncio de aquello que les falta, de todo lo que no recibieron en su casa: seguridad, sentido de pertenencia, identidad, sentido de importancia y muchas otras cosas.

Para controlarlo o detenerlo
Este fenómeno es extremadamente difícil de combatir, pues por mucho que se controle la delincuencia que sucede en las calles, la raíz del problema sigue viva en las casas, esos hacinamientos son incubadoras de potenciales delincuentes que solo están esperando su tiempo para salir, y aquellos que no viven allí, padecen de lo mismo en las urbanizaciones. Por otro lado, en el período más sensible de su formación, los miembros de estos grupos lo único que han visto es delincuencia. Regularmente, uno de los elementos que más contribuyen a la reformación de un delincuente son sus recuerdos de otros tiempos, fuera de ese mundo de violencia, ellos se reforman volviendo atrás. Estos no tienen la forma de hacerlo. Controlar este fenómeno, y eventualmente detenerlo, requiere tiempo, y sobre todo, un trabajo muy profundo que no comienza en las calles, sino en la familia.

4 comentarios

  1. Estoy de acuerdo contigo Rafael. Las autoridades se van por las ramas, y no al mismo centro donde se origina el problema.
    La realidad es que no hay voluntad de resolver este problema.

  2. @ginnette, tal como dices, no hay voluntad. Recuerda que el principal impulso que tenemos en RD para que se resuelvan los problemas son los votos, y aplicar una solución profunda y a largo plazo no los produce.

  3. Un poco largo para el formato de Duarte101 pero vale la pena la lectura.

    Muy buen analisis.

    Sobre el comentario de Ginnette, es cierto, si resuelven eso el sistema actual se desmorona, no hay ningun interes en eso, la corrupcion vive de eso.

  4. @Juan José, gracias por tus comentarios. Como dices, mientras el problema no se resuelva, muchos le están sacando provecho por medio de la corrupción. Es una muy lamentable realidad.

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