La Democracia que nos gastamos

Democracia Acostumbramos a echar en cara a nuestros políticos la culpa de los males que aquejan a nuestro país y en verdad yo al igual que ustedes veo en ellos a los grandes culpables del actual estado de cosas. De todas formas hay una gran verdad que pocos o nadie ha admitido aun: no podemos ver el mal como causa sino como efecto de algo más complejo aun. A pocos días de unas nuevas elecciones, las mismas promovidas como todo un ejercicio de la democracia, se brinda aquí una nueva perspectiva, inusitada explicación o razón de ser para el descontento de siempre, para las esperanzas fraguadas y el anhelo entrecortado de las palabras que galopan aras del viento una vez el carnaval de las promesas se ha esfumado ya cuando los charlatanes y verbigerantes prestidigitadores han obtenido del pueblo su objetivo, expliquemos pues el fracaso de la democracia dominicana.

Si sabes contar, no cuentes con ellos

Parte del mal radica en algo que podríamos denominar «el síndrome del elegido», un malestar que es colectivo. Las grandes naciones llevan consigo la tradición de grandes hombres, República Dominicana es un país luchando por desarrollarse y por llegar a ser una gran nación, o sea que mientras tanto lo que tenemos actualmente es una florida fauna de grandes charlatanes. Y si, es cierto que las naciones tienen los políticos que se merecen, habríamos de preguntarnos porqué estos embaucadores no solo existen sino que también llevan una vida política exitosa. Ellos saben que el pueblo es fácil de engañar pues es siempre crédulo, ávido de creer en un mesías de turno. Hoy día la consigna es no creer en los políticos pero la realidad es que si un busca votos va a casa de ese supuesto incrédulo a prometerle una botella ¿cuál creen ustedes que será el resultado?

Nuestro chapulín colorado

La supra valoración con la que cuenta nuestro actual gobernante ―por parte de sus seguidores― descansa en el malestar del síndrome del mesías, esa proclividad del dominicano a esperar que una sola persona sea capaz de resolver nuestros malestares sociales ignorando que dicha actitud es en sí, una de las causas que afectan o mantienen deforme nuestra democracia. ¿Con quién aprendimos a pensar así? ¿Con Horacio Vásquez, Trujillo o Balaguer? Mientras creamos en un elegido, que pueda salvarnos, aparecerá siempre un embaucador dispuesto a engañarnos y es que los políticos saben que la responsabilidad moral de quien promete y aquel que cree en la promesa descansa sobre quien decide creer. La dominicanidad actual está aquejada de dicho malestar y por lo tanto a su vez nuestra democracia. Es hora de entender que un país prospero es una responsabilidad colectiva. No creamos en promesas que no están en nuestras manos hacer realidad.

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