Ya no se vive en casas

Ya no se vive en casas Así es, dentro de muy poco, vivir en una casa será mucho más que un lujo y una bendición, también será todo un patrimonio histórico. No es exagerando, aunque todavía existen muchos ensanches y barrios de la capital que defienden el mantener sus casas como un orgullo y hasta valor urbanístico, la realidad es que cada vez se destruye una para construirse un edificio de apartamentos. ¿Que cuando esto ocurrió? ¿Por qué no nos dimos cuenta de una vez? ¿Qué sucedió? Son bastantes preguntas que nos hacemos, particularmente yo me las acabo de realizar al volver al lugar donde pasé 7 años de mi vida, hoy, las pocas casas que permanecen solo esperan ser vendidas a alguna constructora. Los 90s trajeron una expansión tremenda en el mercado de la construcción en nuestro país.

Construyendo un país vertical

Empresas como Bisonó, Hormigones Moya y muchas otras se posicionaron en el país iniciando todo un proceso de transformación urbana que comenzó con las viviendas, grandes proyectos como la urbanización Las Praderas predijeron a finales de aquella década todo lo que venía. Las clases sociales más pudientes comenzaron entonces a reorganizarse y mudarse a la experiencia de vivir en las alturas y compartir junto a otras familias en estructuras acomodadas y relativamente funcionales. Lógicamente este gran desarrollo involucró a otros grandes sectores que solidificaron todo, como el impulso de los bienes raíces, la banca privada y muchos más. Los apartamentos tímidamente comenzaron a aparecer, a ser financiados a atractivo enganches ―prestamos a plazos― rápidamente se olvidaron las comodidades de vivir en una casa y se optó por lo práctico y relativamente económico que resultaba invertir en un apartamento, nuestra capital comenzó un poderoso crecimiento vertical que hoy ya ha alcanzado niveles nunca imaginados como torres de lujo ―gracias al narco―, mini rascacielos y gigantescas y altas plazas comerciales (Acrópolis)

Le dijimos adiós al patio y al jardín

Ya no se vive en casas, al parecer será una experiencia que le contaremos a nuestros hijos como un lindo recuerdo del pasado. Dejamos el disfrutar a plenitud el patio, tan lleno de árboles frutales y exóticos lugares al aire libre. Dejamos la comodidad de las grandes habitaciones, la discreción de lo que sucedía dentro de casa, dejamos una amplia cocina, sala, galería y marquesina. Sobretodo abandonamos el jardín, aquel lugar de ilusiones y momentos gratos. Todo eso lo dejamos atrás, por muchas razones, una vida más costosa, una vida más practica y moderna, además de un sistema que casi nos ha impuesto el adquirir un apartamento y olvidarnos por completo de una casa. Todo se ha dado para que ya veamos más edificios a nuestro alrededor, toda una fresca cultura urbanizacional ha tomado el control, toda una nueva generación, junto a remanentes anteriores se ha adaptado a la idea de compartir su vivienda junto a 16 o 30 familias. Ya es común bajar o subir escaleras , ascensores, hablar de la mensualidad del mantenimiento, el tema de los bocinazos, los visitantes, las fiestas ruidosas, en fin, embutimos nuestra vida en una caja junto a cientos de personas más, sigo añorando la libertad de una casa.

Individuales apartamentos

En un país donde hasta su mismo presidente vive en un apartamento, vemos como la tendencia es continuar hacia arriba, sin mirar hacia los lados. Volví a mi residencial que por casi 10 años no veía, y casi no lo pude reconocer. En la calle donde vivía solo quedan 4 casas, lo demás son apartamentos y residenciales. La situación es así mismo en las ciudades más importantes del país, el mismo fenómeno avasallante va cambiando drásticamente su estructura y forma, diría también a las personas. Antes éramos más sociables, desde las casas los vecinos se enviaban hasta comida, compartían vivencias, situaciones y celebraciones. Irónicamente, los apartamentos, llenos de familias y personas promueven un frío individualismo de gente trancá que no rescata la magia de antes. Recuerdo que los niños nos pasábamos de techo en techo entre las casas, maroteábamos en los patios ajenos, le echábamos un ojo a los vecinos cuando estos salían de viaje y un sinnúmero de cosas más. Si vemos una toma aérea de la capital, notaremos como ya la Torre del Sol dejó de ser hace mucho tiempo el edificio más divisible de la ciudad. Crecemos rápido, aunque pareciera que no tan organizado, solo vemos una fiebre por construir y muy poco planificar. Como muchos, después de vivir por mucho tiempo en una amplia y cómoda casa, también mi familia entendió que lo mejor era ubicarse en un acompañado pero solo apartamento, aunque no lo quiera ese es el sistema que hoy nos ocupa, mañana todo será peor, pero yo no dejaré de hacer el intento de volver a una casa, como dijo Gargamel ―el malo de los pitufos― «lo haré aunque sea lo último que haga»

4 comentarios

  1. Me encanto tu reportaje y te puedo decir que si, gracias a Dios yo todavia puedo decir eso, pero no en Sto. Dgo, en una ciudad cerca a unos 20mins de Sto. Dgo. Por el Malecon.

  2. Gracias a DIOS yo vivo en una casa todavia, con todo y jardin y patio. Realmente, cuando me tenga que mudar, quisiera mudarme a una casa pues, el sentimiento de que ese pedazo de tierra es tuyo y de poder hacer lo que quieras sin las restricciones de un residencial, no tiene precio!!!!

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