¡Aleluya!, el carro publico llego vacio

Carro Pubilco Te levantas a las 6:00am, para así lograr llegar temprano a tu trabajo, en el camino a la calle solo deseas que no haya mucha gente dentro de los carros públicos, para así sentarte y acomodarte como todo un rey. Los carros vacíos representan un anti stress diario para todos aquellos que día tras día confían su traslado en concho. Esperamos que algún día Santo Domingo no necesite de tanto apechurre para mover a sus ciudadanos a través del sistema público por excelencia, aunque la realidad nos estruja toda. Recordemos que en un vehículo estándar caben cómodamente cuatro personas, pero en un concho caben nítido 7 personas, de la siguiente manera: dos adelante, 4 atrás, el que este pegado a la puerta debe mover su columna hacia el frente, así sus hombros no promuevan incomodidades a los pasajeros que comparten tu carro.

Lo bueno dura poco

Cuando estás en la calle, moviéndote de lugar a lugar, de aquí para allá y de allá para acá, eres feliz si el carro que viene en tu parada apenas lleva a una persona en el asiento del frente. Es una alegría bárbara, de esas alegrías que son muy pasajeras, ya que duran poco, en estos casos la felicidad llega hasta que alguien se sienta al lado nuestro apretándonos y poniéndonos cual tuna en lata. Deberíamos dar gracias, decir un ¡Aleluya! Cuando nos toca aprovechar esos asientos que vienen sin nadie, por un minuto cuando nos pasa, deseamos hasta acostarnos ahí mismo y decirle al chofer que solo nos despierte cuando nos deje frente al trabajo. Lo bueno dura poco, ya que apenas entraste al carrito y más personas te convierten en una naranja exprimida. Mientras, en un carro vacío puedes sentirte súper ligero, te hace sentir casi el dueño, también mucha gente que anda en OMSA desearía tener una experiencia parecida, aunque ya ese caso es peor.

Acostúmbrate mejor a los apretones

Que un carro público venga con poca gente es un escándalo, por eso es bueno que lo aproveches, abre las piernas, encarámalas también encima, échate para atrás, respira profundo, disfruta de bendiciones de andar vacío. Nadie se te va a pegar, ni mucho menos manotear, además es más probable que llegues planchadito y fresquecito, si el carro público está vacío, disfrutaras mucho más el viaje, incluso podrás pedirle al chofer que te preste el periódico para placenteramente ojearlo como todo un ejecutivo. Pero lamentablemente esta experiencia es muy fugaz, apenas entramos, y entran 5 más, como hay tantas expectativas, a todos les encanta entrar al carro vacío, volviéndolo a llenar en lo que dicen ¡por el túnel! Sea cual sea tus expectativas ante el transporte diario, recuerda que encontrar un carro vacio es casi igual que ver a un político serio y responsable. Las posibilidades de andar cómodamente son casi nulas, prepárate mejor a tener siempre que pedir permiso, a recibir codazos y hasta no dejarte sorprender si alguien se te sienta en una pierna. Entre calambres y dolores por incomodidad llegaremos al trabajo, no quizás con una sonrisa de oreja a oreja, pero ya después que entramos por la puerta, el vía crucis que hemos vivido se olvida sorpresivamente, recordándonos un refrán muy utilizado por los dominicanos: «Todo en la vida es pasajero, menos el chofer».

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