¡Comamos gallina!

Dos enamorados, agarrados de mano, juntos en el atardecer de un parque, o juntos en la calidez de una sala, sentados en un viejo mueble testigo del amor y sus demonios. Besos, caricias, manos muertas y miradas curiosas, la complicidad se manifiesta ante la vista inoportuna o vigilante de algún curioso o chaperona. ¡Ya no se come gallina! Ya se perdió esa tradición romántica en que nuestros abuelos y padres disfrutaban de pequeños detalles y conversaciones de temas trillados junto al amor de su vida. Igual que una especie en extinción, igual que algo pasado de moda, el comer gallina entre enamorados se ha ido, quizás para no volver, y si vuelve nunca sería igual.

Agarre y Chuleo

En los tiempos actuales, donde el agarre y el chuleo dominan la escena, el comer gallina es quizás considerado una aberración, algo pasao, que solo pertenece al recuerdo de nuestros antepasados. Hoy hemos cambiado las poesías por la muela, el romántico baile lento entre dos por el perreo, y la suave caricia por el meter mano. En un mundo cada vez más globalizado, más abierto y más directo, el comer gallina es simplemente una vaina de viejos que mi abuela me contaba con nostálgica evocación y sentimentalismo. ¿Cuando pasó? ¿Por qué cambiamos? Quizás porque las mujeres nos la pusieron más fácil —a los hombres— o quizás muchos hombres se dejaron de pendejadas y decidieron ser más rápidos e ir directos al grano porque se cansaron de aguantar las formalidades o las pérdidas de tiempo.

Definitivamente, dejamos atrás todo lo romántico que podíamos llegar a ser y es posible que todos tengamos parte de la culpa por vivir más apresurados que los tiempos, por quererlo todo para ahora y por entender que el hablar del amor, los pajaritos en el aire y la luna es ya una fantasía que no coincide con la realidad que cada día nos golpea. Comer gallina era una tradición que hasta se convirtió en toda una cultura, las jóvenes parejas, comiendo gallina juntos, en cada beso robado, en las caricias al pelo y en las palabras cursis pero necesarias que decoraban el sentimiento más puro.

Un ritual del pasado

El comer gallina representaba ese momento crucial en que los padres le otorgaban a la joven ver a su enamorado. Era una época en que había más confianza, en donde las familias conocían sus pedigríes, o donde por lo menos el muchacho aquel debía representar aquellos valores de seriedad, educación y trabajo que ya hoy no se exigen. Eran otros tiempos, todo era por el librito, muchas relaciones duraron años en esta costumbre antes de formalizar cualquier compromiso, y es que el comer gallina era un encuentro social donde el novio, antes de ver a su enamorada, se entrevistaba con cada integrante de la familia de una manera informal, comentando cualquier actualidad. Primero se sentaba con el padre, al principio quizás el dialogo era más tímido por temor a la figura de mayor autoridad de la casa, pero después de haberle tomado confianza ya el viejo no parecía tan refunfuñón aunque siempre tenía una anécdota que contar. La madre, siempre cortés y amable, brindaba al consorte de su hija una rica champola (un jugo de guanabana) o cualquier otra delicia hogareña. La madre o una tía con pasado jamón (soltera por mala suerte) representaban el rol de chaperona, quien no era más que el personaje que debía velar y mantener en ojo avisor todos los movimientos de la joven y enamorada pareja. De ahí a que muchas veces había que llevar al cine a la chaperona, o cargar con ella al parque, ¡qué problema!

Son otros códigos

Quizás el comer gallina no se extinguió como los dinosaurios, es más posible que nosotros mismos hayamos matado esa costumbre, que apenas vive en las frases de los más viejos. No imagino a las menores enamorándose con poesías de Neruda, emocionándose con una simple flor. Son otros códigos, hoy si no te chuleas a la jeva el mismo día que la conoces, si no la perreas, si no te la encaramas encima bailando, si no te la mangas en un motel, no eres nada. Igual con las mujeres, si el hombre no es rápido, si no le monta la que hay, si no le brinda como eh! Y si él no le demuestra que es un tigueraso en todo lo que hace, tampoco le saldrá algo. Hoy, ni pica pollo es lo que fue comer gallina, por lo menos hay pocos que mantienen algo parecido y conservan el romanticismo, los sueños y las fantasías (no sexuales). ¡Comamos gallina! Aunque sea un mulito, aunque sea un piquito, pero probemos el sabor de lo autentico. En este mes, el de San Valentín, volvamos a demostrar con pureza, sinceridad, y sentimiento lo más lindo que pueda existir entre dos, el amor.

Alf MicStar (Colaborador Duarte101)
Es un comunicador, presentador de TV, locutor de radio, voiceover, incidental y productor de programas y contenidos para medios. Actualmente es el productor de los programas radiales Cambio y Fuera (104.5fm) y Al Aire Libre (Power 103.7fm).
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