Iglesia y Estado

«Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», Evangelio de Mateo 22, 21

Luego de ver los debates en torno al Artículo 30 de la nueva Constitución, que establece el respeto a la vida desde la concepción, no he podido evitar reflexionar sobre la relación Estado e Iglesia y lo que entiendo la necesaria separación de estas dos instancias.

La separación entre las funciones del Estado y la Iglesia es un logro de la corriente del humanismo que nació durante el Renacimiento, en el siglo XIV. En el momento de la ruptura entre estas dos instancias, la Iglesia estaba fusionada con los quehaceres del Estado de tal manera que no se podía distinguir ente uno y otro. En tiempos anteriores, el gobierno en muchos Estados fue ejercido por la Iglesia.

El humanismo significó una nueva visión hacía el ser humano, un retomar su valor y centrar la búsqueda de los avances sociales, artísticos y científicos en su bienestar. Esto significo cuestionar todo un esquema sociopolítico y religioso, por lo que generó una ola de reformas y revoluciones, como las reformas Calvinista y Luterana, la contrarreforma Católica y la Revolución Francesa. Dentro de todo este cambio, que propicio los mayores avances de la humanidad en siglos y de los cuales hoy disfrutamos de sus frutos, surgió la necesidad de separar moral y política, autoridad eterna y temporal. Separar el Estado de la Iglesia.

Durante años se ha luchado por mantener los dogmas religiosos de la estructura del Estado, no como una negación de la religiosidad de un pueblo, sino con la intensión de que las decisiones estatales puedan basarse en el derecho en equidad de todos los ciudadanos.

Avances y retrocesos han existido en este proceso, en instaurar el laicismo como norma que evite que las iglesias se inmiscuyan en las directrices del Estado. La imposición de criterios particulares y dogmaticos no contribuye con el pleno derecho de las personas, sino que contradice su libertad de elección y decisión, las cuales deben ser regularizadas por normas sociales generalizadas que contribuyan a erradicar la discriminación y la anulación ciudadana.

Ningún Estado debe imponer dogmas morales particulares a sus ciudadanos, sino propiciar el espacio del pluralismo en donde las normas permitan el libre culto (que incluye la no creencia en ninguna religión) y un espacio de examen social bajo la objetividad de las leyes. Es el único ambiente en que es posible generar mayores niveles de equidad y justicia en las relaciones sociales.

El laicismo: Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.

Rocío DíazArgénida Romero: soy periodista y escritora por vocación y cabeza dura. Como periodista laboré en Clave Digital, mi primera escuela. Actualmente trabajo en Diario Libre. Además de mi colaboración semanal en Duarte101 también colaboro con otras publicaciones como la Revista Cayena. → Blog personal.

6 comentarios

  1. Bueno, tambien debes citar que la unión iglesia – estado es una unión que se ha dado porque muchos gobernantes utilizan la iglesia como arma para la dominación y la iglesia hace lo mismo con el estado, dicha relación se originó en los tiempos de Constantino, que en su afan del «imperio», proclamó la religión cristiana como la suya aunque despues otro emperador fue quien la proclamó como la única y que to el que no fuera cristiano que le arranquen la cabeza.

    En su afan de dominar, la iglesia convirtió los días festivos «paganos» en días cristianos, con el fin de que el año entero estuviera lleno de fiestas por Dios y la gente se olvidara de alabar a marte, venus, el diablo y su hermano. Lamentablemente esta relación se ha mantenido y se ha querido siempre vincular la religión con lo moral, con que «Y mira que ese señor hasta cristiano es», como si eso significara algo bueno. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad ambivalente, por lo que hasta que no cambiemos nuestras mentalidades y proclamemos nuestra libertad de la dominación cultural esto seguirá sucediendo.

  2. Gracias por tu aporte Julio.

    La razón más importante que movió a Constantino a convertirse al cristianismo perseguido y convertirlo en religión oficial era su afán de congregar el favor del creciente número de creyentes al imperio, y así evitar que continuaran propugnando el rechazo de sus adeptos al Roma. Fue una jugada política bien pensada.

    La de cambiar los días paganos a cristianos fue parte de toda esa estrategía. Ni modo.

    Lo difícil de todo esto es hacerle entender a la gente que la moralidad no tiene que ver nada cn la religión. Los valores cívicos y morales no están basados en la religión, sino no que nacieron precisamente de la asunción de los derechos humanos.

    El cambio será difícil. Las iglesias tienen mucho poder y fuerza de manipulación.

    Aclaro que no crítico y desmerito la fe de nadie. Lo que si siempre apoyare es que el Estado y la religión sean dos cosas separadas. Como lo dice el versículo bíblico que encabeza este artículo, cada cual en lo suyo.

  3. Claro Argénida! Yo también opto por una religión y estado separados, en cuanto a la religión todos tenemos algo que nos llena y si a una persona le llena la fé religiosa hay que respetárselo. Sin embargo, los creyentes y las religiones deben en tender que el fin no justifica los medios.
    AHora que veo que hablas de lo de que los valores cívicos y morales no están basados en religión debemos recordar el concepto y estereotipo excluyente que ha construído la religión acerca de de «La Familia Cristiana», que pone dicha familia como el ejemplo a seguir y excluye a las demás de ser «Morales y buenos ejemplos».

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